Me levanté y lo primero que hice fue escribir esto en mi cuaderno. Necesitaba sacarlo del cuerpo, ponerle palabras a lo que siento.
Creo que es la primera vez que alguien juega conmigo de esta forma, y la sensación es esa: sentirte una tonta.
Me vuelve a hablar, como si nada, y ahí estoy. Hasta que llega el momento de vernos… y desaparece.
Y no fue una sola vez.
Me pregunto por qué, si ya sé cómo termina, sigo contestando.
Sigo esperando que esta vez sea diferente, cuando en el fondo, sé que no lo va a ser.
Soy una persona tajante. Cuando algo no me gusta, chau. Pero con él… no puedo.
Me cuesta horrores.
Sé perfectamente cuál es la decisión que tengo que tomar: borrarlo, no responder más.
Pero no me sale.
Tal vez lo idealicé demasiado. Tal vez sigo viendo la idea que construí en mi cabeza, y no a la persona real que tengo enfrente.
Y sí, me está mostrando exactamente quién es.
Y yo igual, ahí.
La primera vez que salí con él, dudé mil veces.
Ese día estaban mis amigas, y yo venía de varios meses sin salir con nadie porque me estaba cuidando.
No quería volver a pasar por lo mismo.
Me estaba reconstruyendo.
Y ese día me dije: dale, no todos son iguales, date la oportunidad de conocer a alguien nuevo.
Me obligué.
Y ahora… no puedo dejar de pensar que fui una tonta.
Él vuelve porque sabe que me gusta.
Sabe que va a recibir un “sí”.
Y eso le infla el ego.
Le da la tranquilidad de que “todavía la tengo”.
Pero acá el problema no es solo él, también soy yo.
Me tengo que preguntar: ¿Por qué sigo ahí? ¿Qué estoy haciendo?
Sí, me gusta.
Pero, ¿él vale más que todo mi esfuerzo por sanar, por estar bien conmigo misma?
Siento que estar con él derrumba ese castillo de arena que construí paso a paso, con tanto cuidado, y que de un solo golpe, se cae.
Y eso no es amor.
Eso no es querer.
Si alguien realmente te quiere, no juega con vos.
Y claramente, él no es el amor de mi vida.
No es alguien con quien compartiría un proyecto.
Porque alguien así no juega con los sentimientos de una persona que le importa.
No tengo que demostrarle a él lo que valgo.
Tengo que demostrármelo a mí misma.
Y decir: hasta acá llegué.