#13 - Nadie va a venir a salvarte (y eso duele, pero también libera)
Hay un momento en la vida que llega casi sin darte cuenta. No hay una señal clara, ni una alarma que suene. Solo de repente entendés que nadie va a venir a salvarte.
No hay un rescate, no hay alguien más haciéndose cargo. Solo estás vos, con tus días buenos y los que no lo son tanto, con el cansancio a cuestas y esa fuerza silenciosa que te sigue empujando, aun cuando ya no sabés ni cómo hacés.
“No quiero más, pero no puedo dejar de empujar.”
“Estoy agotada, pero tengo que seguir siendo responsable.”
Y eso te parte al medio.
Porque por dentro hay una parte tuya que grita por descanso, por un respiro, por alguien que diga “yo me encargo, vos podés parar”.
Y otra parte que ya entendió que eso no va a pasar. Que sos vos la que tiene que resolver, sostener, avanzar. Que no querés dejar que tu vida se venga abajo.
Y sostener todo eso sin red, sin pausa, sin consuelo, te agota.
Estás a cargo de tu vida. Sos responsable de tu vida. Nadie más que vos.
Y por más que cueste aceptarlo, es así. Al principio pesa. Te deja una sensación de vacío, de soledad.
Pero cuando lo asumís de verdad, también te libera. Porque entendés que, aunque nadie venga a rescatarte, vos podés ser esa persona que te saca del pozo.
Sos vos quien puede agarrar el volante. Y eso, aunque duela, también empodera.
La fuerza de voluntad que le ponés a las cosas en esos momentos en los que todo en tu cabeza grita “ya fue”, es algo que pocas veces se nombra.
Esos momentos donde pensás “que pase lo que tenga que pasar, ya no quiero controlar nada más”, pero seguís. Seguís igual.
Es contradictorio, pero cuando creciste exigiéndote demasiado, cuando querés que todo salga bien aunque estés hecha pedazos, eso pasa.
A veces me acuerdo de ciertas etapas de mi vida y no sé de dónde saqué energía para seguir estudiando, trabajando, cumpliendo, sonriendo.
Que nadie se haya dado cuenta de cómo estaba es casi increíble.
Es como si te pusieras una máscara para salir al mundo.
Y cuando volvés a tu casa, se te cae.
Y quizás solo tu perro ve esa parte rota que nadie más ve.
A veces, tendríamos que dejarnos ser un poco más vulnerables y admitir que no podemos con todo, por más que queramos.
Porque si hay algo que aprendí, es que seguir no siempre significa estar bien.
A veces, solo significa que no nos rendimos.
Y con eso, por hoy, alcanza.